Título: El arco iris de Feynman. La búsqueda de la belleza en la física y en la vida.
Autor: Leonard Mlodinow.
Editorial: Crítica.
Páginas: 187.
ISBN: 978-84-9892-014-7
Fui a la librería (digo "la" porque donde vivo sólo hay una librería que valga la pena) a comprar El gran diseño, el último libro de divulgación científica de Stephen Hawking... y otro autor desconocido con apellido raro, que resulta ser Leonard Mlodinow. En uno de los arrebatos que suelen poseerme en las tiendas de libros, al coger el libro querido me fijé en el de al lado, del "coautor" y, saliendo el nombre de mi admirado (y reído) Feynman, no pude menos que comprarlo. Eso sí, en digna edición de bolsillo de Crítica-Drakontos, que tanto bien hacen a los amantes de la ciencia y a sus oculistas (y cualquiera que haya leído uno de sus libros de bolsillo sabe de qué hablo).
He de reconocer que esos arrebatos rara vez llevan a una buena compra, pero esta vez me ha ocurrido que, siendo El gran diseño un libro mucho más ambicioso, quizás porque todo lo que dice ya está dicho y no aporta nada nuevo, este librito, más humilde, casi de broma en algunos capítulos, es el que me ha dejado buen sabor de boca.
El libro es autobiográfico. Simplemente relata los primeros meses de Mlodinow como doctor becario en el CalTech, con mucha libertad, ni idea de lo que va la vida y un pequeño despacho entre un tal Murray Gell-Man y otro tal Feynman, que resulta son los gemelos terribles de la física. Y sus aventuras, que no son más que las del científico teórico falto de ideas fantásticas que busca su lugar en el mundo, me ha encantado.
Alguno seguramente diría que el libro describe el lado humano de la ciencia. Personalmente creo que sólo hay un lado humano en la ciencia, así que lo que narra es la pura realidad. Murray, porque nadie le llamaba por el apellido, es un sabihondo casi insoportable que grita a sus empleados... pero a la vez apadrina a un don nadie "padre" de la teoría de cuerdas, John Schwarz, cuando nadie creía en lo que hacía y llora en su despacho la muerte de su esposa.
Feynman ya no es el joven insolente y genial que reventaba cajas fuertes en Los Álamos y tocaba los bongos en clubes de dudosa fama. Ahora es un hombre casi agotado en su lucha contra el cáncer, con las manías propias de la gente mayor pero aún con la frescura necesaria para darse cuenta de que lo más importante de su vida, su único objetivo, es ver crecer a su hija.
¿Y Mlodinow? Pues un joven que gana en sabiduría cada día que hace una visita a Feynman, escucha a Murray hablar en alto maya, descubre unos bultos sospechosos en sus partes pudentes y descubre, casi por sorpresa, que la base de la ciencia está en hacerse preguntas.
La felicidad, viene a descubrir el advenedizo teórico, está en buscar el propio nicho en el mundo buscando lo fundamental y relativizando lo accesorio. Quizás por eso se pasó después a ser guionista de Star Trek: La Nueva Generación y McGyver. Quizás también por ello escribe libros con Hawking, aunque sea un refrito como el último.
En conclusión: un libro muy recomendable para los que nos movemos en el mundo de la ciencia y queremos acercarnos a lo que de verdad piensan y sienten los científicos. Además, breve y contado con humor. A ver si engaño a alguien para que me regale El andar del borracho...
Yo te regalaría la librería entera, pero va a ser que no.
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