1 de noviembre de 2012

Credo, de Hans Küng

Título: Credo.
Autor: Hans Küng.
Editorial: Trotta.
Páginas: 196
ISBN: 978-84-87699-93-1.
Año: 1994 (2010, octava edición, en la edición comentada)

El autor de este comentario al Credo Apostólico, el conocido teólogo suizo Hans Küng, es sacerdote y catedrático emérito de Teología Ecuménica de la Universidad de Tubinga (Alemania). Fue perito en el Concilio Vaticano II y uno de los referentes de la teología postconciliar. En 1979 le fueron retiradas las licencias eclesiásticas para enseñar teología católica. Además de ser uno de los fundadores de la revista Concilium, es conocido en el ámbito hispano sobre todo por sus obras Ser cristiano (1974) y ¿Existe Dios? (1978). Desde la década de 1990 es presidente y fundador de la Fundación para la Ética Mundial, que pretende describir los puntos en común y principios éticos fundamentales de las distintas religiones del mundo. Esta breve obra, Credo, recoge lo esencial de la reflexión teológica del autor en torno a los artículos del Credo cristiano, poniéndolos en una perspectiva actual en un contexto de primacía de la razón y pluralismo religioso.

Como el mismo autor indica en la introducción, a modo de uno de los «pequeños catecismos» tan habituales en otras épocas, en el libro se van desgranando las afirmaciones del Credo de forma ordenada y con diferente profundidad, comenzando por el acto de creer y terminando con el sentido de la vida desde el mensaje cristiano. La originalidad de la obra no es tanto su carácter sintético como su objetivo de acercarse al hombre actual planteando y respondiendo, normalmente al final de cada sección, preguntas que pueden surgir en un diálogo maduro y sincero entre creyentes, fieles de otras religiones y no creyentes.

El primer capítulo del libro se dedica, como es de esperar, a la fe en un Dios Padre. Mediante una breve exposición sobre el acto de creer, en el que es más importante la confianza que lo racionalmente demostrable, el autor dialoga con los últimos descubrimientos de la biología y la cosmología. Para el autor, es posible y razonable creer en un Dios Padre creador y todopoderoso, después de entender el lenguaje bíblico en el que están recogidas estas enseñanzas, mediante una opción personal de confianza que aporta gran libertad y, al mismo tiempo, conlleva una responsabilidad ética de hondo calado.

Los tres siguientes capítulos se centran en Jesucristo, partiendo sobre todo del Nuevo Testamento. En el primero de ellos, se explica el parto virginal siguiendo las investigaciones histórico-críticas de exégesis neotestamentaria del siglo XX y, de forma ciertamente sorprendente en una obra de estas características, compara la figura de Cristo primero con Krishna y luego con Buda, con el objetivo tanto de establecer puntos de encuentro y diálogo interreligioso como de resaltar lo más original de Jesús de Nazaret y la fe cristiana en la encarnación del Hijo de Dios. A continuación, focaliza su reflexión en la pasión y muerte de Cristo, que aprovecha para contestar a la pregunta del sentido del sufrimiento y el silencio de Dios, especialmente sangrante en nuestro mundo «después de Auschwitz». Por último, el autor se concentra en la resurrección y ascensión a los cielos de Jesucristo, con un énfasis quizás excesivo en la tradición judía de la resurrección de los muertos y presentando, someramente, las diferencias entre la fe judeocristiana en la vida después de la muerte y las doctrinas de la reencarnación de las religiones orientales. En esta sección, en mi opinión, adolece de un problema heredado del mismo texto del Credo: se explica el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesús, pero se pasa por alto su vida. El autor es consciente de este hecho y lo solventa parcialmente destacando que no se puede entender ni aceptar la encarnación o resurrección de Jesús en la tierra sin «volver a Galilea», esto es, a su vida terrena, palabras, obras y enseñanzas.

El capítulo quinto considera las afirmaciones de la parte final del Credo, apenas nombrados en la fórmula pero muy importantes para la fe cristiana: el Espíritu Santo, la Iglesia, la comunión de los santos y el perdón de los pecados. Entre éstos, el tema tratado con más extensión es el eclesiológico, como es de esperar en un teólogo católico que ha dedicado gran parte de su reflexión a la Iglesia, uno de los aspectos que más se han criticado de su pensamiento y una de las causas aducidas para la suspensión de su licencia. Quizás el último apartado de este capítulo, «Espíritu de libertad» surja de la experiencia personal del autor.

Por último, se dedica un capítulo entero a la vida eterna, las palabras finales del Credo, para introducir los rudimentos de la escatología cristiana actual, menos centrada en los «novísimos» y más en el destino del hombre, la actitud ante la muerte y la esperanza en un más allá gobernado por un Dios amoroso. De soslayo, se exponen dos temas candentes de bioética: el derecho a morir con dignidad y la responsabilidad en el comienzo de una nueva vida humana. Si bien no es el objetivo del libro, estos temas de tratan de forma demasiado superficial y plantean más incógnitas que certezas, al contrario que en el resto del libro. El ensayo recupera parte de su fuerza en las tres últimas páginas, de gran profundidad en su brevedad y que actúa como sello de la obra, sobre el sentido final de la existencia, una vida radicalmente «humana, alimentada por la esperanza, basada en la fe y consumada en la caridad».

En resumen, se trata de una obra eminentemente personal, escrita con vigor y fruto de largos años de labor teológica. Cada párrafo puede compendiar libros enteros, en un esfuerzo encomiable de síntesis que favorece la lectura. Libro dirigido para lectores no especializados, los más exigentes, pueden encontrar una breve bibliografía en las notas. En mi opinión personal, bien guiado, puede servir como base para grupos de formación cristiana con adultos o como pórtico a las obras más completas y extensas de Küng.

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